Aceptarte tal y como eres.

Una relación nueva contigo mismo es como el inicio de una amistad profunda y sincera. Es el momento en el que decides conocerte de una manera más auténtica, sin juzgarte ni criticarte por lo que has sido o lo que esperabas ser. En esta relación, te das el espacio para explorar quién eres sin presiones externas, y eso implica aceptarte tal y como eres, con tus fortalezas y tus vulnerabilidades.

Los componentes clave de esta relación son:

Autocompasión: Aprendes a ser amable contigo mismo. Dejas de ser tu peor crítico y te permites fallar y aprender de esos errores, sin castigarte. Tratas de entenderte con amor, como lo harías con un buen amigo.

Autoexploración: Empiezas a explorar tus deseos, intereses, miedos y limitaciones. Te haces preguntas importantes: ¿Qué quiero realmente? ¿Qué me hace feliz? ¿Qué me frena? Sin el miedo de tener que cumplir expectativas ajenas.

Responsabilidad: En esta relación contigo mismo, eres responsable de tus acciones y decisiones, pero lo haces desde un lugar de empoderamiento. Reconoces tu capacidad para cambiar y mejorar, sin culparte por lo que no has logrado aún.

Cuidado personal: Te das tiempo para ti mismo, para descansar, reflexionar, y nutrir tanto tu cuerpo como tu mente. En esta relación, te conviertes en tu propio aliado, cuidando lo que necesitas para estar bien.

Aceptación incondicional: En lugar de perseguir una perfección inalcanzable, aprendes a aceptarte tal y como eres. Reconoces que todos los aspectos de tu ser, tanto los buenos como los desafiantes, son parte de ti, y eso es lo que te hace único.